El consumo de lácteos, que los expertos recomiendan consumir en orden de dos a tres raciones diarias, es una parte fundamental de nuestro día a día. No son imprescindibles para nuestra supervivencia, pero sus aportes nutricionales son tantos y se trata de productos tan accesibles, que ocupan un lugar fundamental en nuestra dieta.
Sin embargo, no todas las personas pueden consumir el mismo tipo de productos lácteos. Así, hay leche entera, leche semidesnatada, leche desnatada, leche enriquecida, y leche sin lactosa, para aquellas personas que padecen síntomas relacionadas con la intolerancia a este carbohidrato.
En el post de hoy daremos cuenta de qué es la leche sin lactosa, su valor nutricional y cómo se produce para que las personas con intolerancia a la lactosa puedan seguir consumiendo lácteos nutritivos sin ningún problema para su digestión.
Contenidos
Qué es la leche sin lactosa
La leche sin lactosa, o deslactosada, es un tipo de leche especialmente indicado para aquellas personas diagnosticadas como intolerantes a la lactosa. En esencia, durante el proceso de producción «se rompe» la lactosa presente de forma natural en la leche para impedir que llegue al sistema digestivo del consumidor, causándole una mala digestión.
No todos los intolerantes a la lactosa presentan el mismo grado de intolerancia. Algunas personas manifiestan peores síntomas que otras o toleran mejor pequeñas cantidades. De ahí que, desde que la leche sin lactosa llegó al mercado a principios de los años 80 del siglo XX, han ido apareciendo diferentes variantes, como leche o derivados lácteos con bajo contenido en lactosa (0,1 – 1,8 g/100 ml) y sin lactosa (menos de 0,01 g/100 ml).
Como apunte, en los últimos años, el consumo de leche sin lactosa o con bajo contenido en lactosa ha experimentado un repunte en su consumo, señal de que se ha popularizado incluso entre personas que no presentan intolerancia. Sea por precaución, sea por su sabor más dulce o por seguir dietas sin lactosa, en la actualidad, este tipo de leche, que tenía una presencia de nicho en el consumo, ha alcanzado cerca del 15% de la cuota de mercado total en España, presentando un crecimiento anual que en ocasiones ha doblado el del resto de lácteos.
Para quitar, hay que añadir. La clave está en la lactosa
Dentro de la leche encontramos hidratos de carbono, que son uno de los macronutrientes que nuestro organismo necesita para obtener energía, junto a las proteínas y las grasas. Dentro de los hidratos de carbono se encuentran los azúcares, como la lactosa, que es el azúcar natural de la leche.
Bien, la lactosa es un disacárido conformado por una partícula de galactosa y una de glucosa. Su contenido es de alrededor del 5% en la leche de vaca y, para que nuestro organismo la pueda digerir correctamente, la lactosa debe ser descompuesta.
Ahí entra en juego la lactasa, una enzima presente en nuestro organismo (su presencia en adultos actualmente se debe a una mutación genética para poder soportar correctamente el consumo de lácteos más allá de la infancia), que separa, procesa y nos ayuda a digerir los productos con lactosa. Si no estuviera presente, el consumo de lactosa nos generaría malestar estomacal y presentaríamos los síntomas propios de la intolerancia a la lactosa.
Lo que ocurre es que, de manera natural, con la edad, la producción de lactasa por parte de nuestro organismo desciende. Es más, muchas personas nacen sin la capacidad de producir suficiente lactasa en su organismo, razón por la cual son intolerantes a la lactosa.
Así se produce la leche sin lactosa a nivel industrial
Existen diferentes formas de eliminar la lactosa a nivel industrial. La más habitual es usando la lactasa, ya sea haciendo pasar la leche por un soporte en el que se ha inmovilizado la enzima y que se encarga de descomponer la lactosa en glucosa y galactosa; o bien añadiendo lactasa a la propia leche.
Otra forma, no tan popular, consiste en aplicar tecnología de membranas, haciendo un cribado por tamices pero a nivel molecular, proceso mediante el cual las partículas más pequeñas logran pasar por la membrana, no así las más grandes. Mediante este proceso de ultrafiltración, la lactosa, la grasa y las proteínas no pasan la membrana, pero sí lo hacen el azúcar – la lactosa – y los minerales, que luego se reintegran. Del mismo modo, la lactosa filtrada se emplea en otros productos.
Este último proceso es el mismo que se realiza para elaborar leche con una mayor cantidad de proteína.
Diferencias entre la leche normal y la leche sin lactosa
Antes de la aparición de la leche sin lactosa, ante el diagnóstico, la única alternativa era retirar la lactosa de la dieta o, lo que es lo mismo, eliminar los lácteos y cubrir el aporte nutricional de la leche y sus derivados con otros alimentos o suplementos.
Lo cierto es que, como hemos visto, la leche normal y la leche sin lactosa sólo se diferencian porque la lactosa ha sido descompuesta para que pueda ser absorbida por el estómago de las personas intolerantes. Esto tiene sus consecuencias, pero, a nivel nutricional, son el mismo producto.
La diferencia la encontramos en su sabor, ligeramente más dulce en el caso de la leche sin lactosa. Esto se debe a las características edulcorantes de los azúcares que resultan de la descomposición de la lactosa, que no es un buen edulcorante si lo comparamos con otras opciones.
El % de lactosa según el tipo de leche
Como ya hemos comentado con anterioridad, existen numerosos tipos de leche con gran aporte nutricional. Sus niveles de lactosa varían en función del tipo de leche:
Tipo de leche | Gramos de lactosa por 100g |
Leche materna | 7,2 |
Leche de vaca | 4,3 |
Leche de cabra | 4,5 |
Leche de oveja | 5,1 |
Intolerancia a la lactosa. Origen, desarrollo y síntomas
La intolerancia a la lactosa no es una alergia, sino la dificultad, como hemos visto, de digerir la lactosa, lo que provoca una serie de síntomas. Esta intolerancia puede aparecer en cualquier momento de la vida, a veces, como causa subyacente de otra condición, como la enfermedad de Crohn o la celiaquía. Incluso puede, simplemente, aparecer sin causa aparente.
La deficiencia en la producción de lactasa es la culpable de la no descomposición de la lactosa y los síntomas. La intolerancia primaria, que es la más común, se desarrolla cuando la producción de lactasa disminuye con el tiempo. Para su diagnóstico se hacen, o bien la prueba de tolerancia a la lactosa, o bien una prueba de oxígeno expirado.
Los síntomas de la intolerancia a la lactosa se manifiestan durante la digestión y aparecen entre los 30 minutos y las dos horas desde el consumo del lácteo. Pueden incluir desde diarrea a cólicos, flatulencias, hinchazón abdominal, acidez y reflujo.
El porcentaje de personas intolerantes a la lactosa representa, según la Asociación de Intolerantes, un 15% de la población total de España. Sin embargo, un 24% de la población consume productos sin lactosa de manera regular. Lo cierto, y lo veremos cuando hablemos de los mitos, es que no es una leche que se digiera mejor por parte de las personas sin intolerancias, por lo cual, sustituir otros lácteos por productos sin lactosa, salvo intolerancia, no es necesario.
Diferencias entre intolerancia a la lactosa y alergia a la leche
Como sabemos gracias al post sobre qué es la leche, la leche contiene una gran cantidad de nutrientes, entre los que se cuentan las proteínas séricas presentes en el suero de la leche, como la lactoalbúmina, las lactoglobulinas y la caseína.
Si las personas con intolerancia a la lactosa no digieren bien la lactosa, las personas con alergia a la leche padecen una reacción alérgica grave a las proteínas séricas. Así, las personas alérgicas a la leche no pueden consumir leche ni derivados lácteos, mientras que, las personas intolerantes a la lactosa, pueden consumir lácteos deslactosados o con pequeñas cantidades de lactosa según sea el grado de intolerancia.
Mitos sobre la intolerancia a la lactosa ¿Qué ocurre si no eres intolerante pero consumes leche sin lactosa?
Si no eres intolerante a la lactosa y deja de consumir leche, nuestro cuerpo dejará de producir lactasa, bajando sus niveles, y convirtiéndonos en “intolerantes” por lo menos temporales. Esto significa que, si volvemos a tomar lácteos con lactosa, al principio podremos sentir algunas molestias, pero la producción de lactasa volverá y la intolerancia será sólo permanente.
Sin embargo, como veíamos antes, sí es cierto que la producción de lactasa disminuye con la edad, y se estima que el 75% de la población mundial (ojo, a nivel mundial los porcentajes de intolerantes cambian mucho, por ejemplo, en los países nórdicos casi no hay intolerantes) pierde la capacidad de producir lactasa con la edad.
Actualmente, conforme van avanzando las pruebas y los diagnósticos no son tan tajantes como para eliminar los lácteos, han aparecido diversos estudios científicos que certifican que, según sea el grado de intolerancia, la ingesta de pequeñas cantidades de leche o lácteos no deslactosados, no produce síntomas manifiestos.
La propuesta de no retirar del todo los lácteos es porque se ha comprobado que la presencia de lactosa favorece la absorción del calcio por parte del organismo.
Como has podido comprobar, los beneficios de la leche sin lactosa son, inicialmente, los mismos que en el caso de los lácteos “normales”, y es compatible con una nutrición y alimentación saludable. Por otra parte, sustituye perfectamente a la leche y puede ser usada para hacer recetas con leche sin lactosa.